Post
Mortem es la despedida que Albert
Caraco le ofrenda a su madre una vez que ésta ha muerto. Este puñado de
aforismos representa una de las máximas emanaciones de lucidez del pensamiento
occidental, y al mismo tiempo es la forma en que el pensador más severo del
siglo veinte decide inmolarse, con una ternura infinita, sobre el recuerdo de
su querida y odiada madre. Caraco, con la devastadora inteligencia que lo
caracteriza, pero también con un delicioso sentido del humor sombrío y
ecuánime, nos va narrando los últimos días de vida de Señora Madre, como él la
llama, describiendo con suma precisión los rasgos de carácter que la
distinguían, como si éstos fuesen emanaciones del arquetipo de la Madre Eterna.
De tal suerte que tenemos una de las descripciones más cáusticas, a la vez que,
paradójicamente, también más halagadoras del género femenino. Sin embargo, a lo
largo de la lectura de estos sombríos aforismos, aflora un nexo afectivo que
ilumina todo el camino. A pesar de que el pensamiento de Caraco se rige por el
desprecio hacia el mundo, y su madre fue quien lo arrojó a él, “Me pregunto si
la amo y he de responder: No... además me echó al mundo y yo profeso el odio al
mundo”, el aprecio que le profesaba se encuentra en la misma vena: lo echó al
mundo, pero también le enseñó a despreciarlo, y ésa fue su salvación y el
motivo por el cual la admiraba tanto. Albert Caraco no deja de asombrarnos, sus
libros son un bálsamo invaluable en este tiempo de gazmoñería intelectual que
vivimos.
Post
mortem no es un libro del que pueda
hablarse a la ligera. Hay que leerlo, y leerlo despacio, para hacerse cargo
de la enjundia que atesora cada palabra de Caraco. El alma del autor está
puesta en cada línea de la obra, en cada letra, en cada signo de puntuación.
Como muy bien apunta Justo Navarro en la breve pero intensa introducción,
Caraco afronta en esta obra la «catástrofe de la ausencia» de una madre
que ora adquiere los visos de amante, ora de figura protectora, ora de amiga,
ora de arquetipo ideal de «Madre Gloriosa».
Albert
Caraco es una figura aún escasamente conocida en el contexto filosófico de
habla hispana, y apenas se le ha prestado atención en entornos académicos. Su
obra, prolífica (él mismo afirma en no pocas ocasiones que nació para ser
escritor y vivir alejado del mundo), no deja duda de la calidad y hondura
de su pensamiento, que puede catalogarse de pesimismo radical. O,
quizás, de lúcido realismo.
Caraco
fue fiel a su pensamiento y acaba suicidándose apenas unas horas después de la
muerte de su padre. Fue así, y a través de sus escritos, como dio realidad a
sus ideas: «Soy uno de los profetas de estos tiempos y el silencio me rodea».
Como se hace para bajar los libros sin soportar las ventanas de malaware que se abren constantemente?
ResponderEliminarEn serio, bajenle un poco a las irritantes ventanas emergentes.
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