A pesar de que los
historiadores profesionales hace mucho tiempo que han afinado su comprensión de
la Edad Media y han renunciado a la mayoría de los tópicos que sobre esa época
han circulado desde hace varios siglos, la opinión pública, sin otra fuente de
información que los simplistas programas escolares oficiales y los lugares
comunes que repiten hasta la saciedad los medios de comunicación, sigue
haciéndose una idea absolutamente errónea de lo que fueron esos siglos mal
llamados 'Edad Media'.
Régine
Pernoud, con segura erudición, enorme lucidez y fina ironía, desmonta uno a uno
el cúmulo de tópicos -en su mayoría malintencionados- que ocultan el verdadero
rostro de la época. La autora demuestra la falsedad de las acusaciones de
ignorancia, barbarie, misoginia, intolerancia, etc. que se suelen lanzar contra
la Edad Media, y pone las cosas en su sitio apoyando sus afirmaciones con los
datos que le suministra su inmensa erudición.
La
importancia decisiva de la Edad Media para la construcción de lo que hoy es
Europa queda bien clara en este ensayo inteligente y ameno, que revela el
esplendor intelectual, espiritual y artístico de una época de nuestra historia
que algunos desinformados todavía se empeñan en calificar de 'oscura'.
Escrito con un fino sentido
del humor, erudición e irreverencia por la ignorancia propagandística contra la
Edad Media. La autora es una de las mayores especialistas del mundo medieval en
Francia. Este es un libro muy ameno y de lectura casi adictiva, que ha supuesto
todo un hito en la historiografía moderna.
Libro recomendado para
personas interesadas en la Edad Media -tanto partidarios como detractores y
personas neutrales. Para personas que deseen comprender las modas
propagandísticas que siempre nos quieren hacer creer que una época (o una cosa)
es mejor que otra. En algunos aspectos el Renacimiento fue una época menos
civilizada que el Medioevo -del que se asumen todas las desgracias del
calamitoso siglo XIV.
Regine Pernoud (1909-1998), gran medievalista francesa, indiscutida paladín
de esta época en el siglo XX. Su encanto al escribir, su sencillez y llaneza al
biografiar y, sobre todo, su aplicación obsesiva a las fuentes primarias y
secundarias, fueron algunas de las características que la transformaron en una
autoridad indiscutida en la materia de la mal llamada “Edad Media".
Para Pernoud la
historiografía acerca de la Edad Media es la expresión por antonomasia de la
llamada Leyenda negra, puesto que no hay época más históricamente deformada.
Con ironía sostiene que este largo período “es materia privilegiada puesto que
puede decirse sobre ella lo que se quiera con la casi certeza de que nadie lo
desmentirá".
En efecto, la Edad Media es
el objeto de toda una mitología ideológica que a fuerza de propagandística
repetición ha terminado por imponerse a la verdad histórica. Poco importa
que esa construcción ideológica, común a historiadores liberales y marxistas,
esté viciada de nulidad por sus contradicciones y antihistóricos presupuestos,
que no han impedido sin embargo su vasta difusión y aceptación.
Resulta notable que tamaño
despropósito haya adquirido visos de realidad, pues basta con pensarlo un
momento: un milenio de historia occidental -en el que por decir lo menos se
forjaron las monarquías cristianas, nacieron las universidades y el arte
románico y gótico y que tuvo a pensadores como Abelardo, Santo Tomás o
Buenaventura- reducido al mote de “edad oscura” o, peor aún, al absurdo del
“modo de producción feudal” de la historiografía marxista. Suena ridículo. Pues
bien, ¡a esa ridiculez remite grosso modo la historiografía “oficial” acerca
del Medioevo desde hace unos trescientos años!
En este libro breve y
notable, Pernoud desarrolla los fundamentos de ese infundio y otorga algunas
herramientas de zapa, útiles para socavar las bases edificadas por los
falsarios de la historia.
Inicia el libro señalando la
importancia del arte medieval y subrayando su radical originalidad puesto que,
a diferencia del arte renacentista -de suyo determinado por la imitación de la
Antigüedad-, el medieval es original en sentido estricto, esto es, fiel a su
origen cristiano.
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