Pocos
libros permitirán a su lector comprender las causas de la decadencia del mundo
en que vivimos como La Revolución francesa, de Pierre Gaxotte.
La
Revolución francesa de Pierre Gaxotte es
un clásico del pensamiento contrarrevolucionario y reaccionario. Fue de las
primeras visiones críticas con la Revolución, que la propia Tercera República
había elevado a mito fundador de la Francia moderna. Se publicó por primera vez
en 1928 y desde entonces no ha dejado de reeditarse. Su autor fue secretario de
Charles Maurras, fundador del movimiento político y cultural Acción Francesa,
miembro de la Academia Francesa y columnista de Le Figaro durante varias
décadas hasta su muerte en 1982. Gaxotte fue capaz de compendiar en este libro
la caída del Antiguo Régimen y la irrupción de la Revolución.
El
texto de Gaxotte fue acogido con polémica, como no podía ser menos, pero también
resultó un gran éxito. En realidad, servía para comprender todo lo que la
realidad francesa debía, en la práctica, al rechazo de aquel mito. Gaxotte se
había encargado de ponerlo en su sitio, y aunque su análisis, considerado
herético, nunca fue aceptado por la ortodoxia republicana, se incorporó
pronto a las tradiciones históricas y al pensamiento político francés. De
alguna manera, la Francia eterna volvía a aparecer en estas páginas, escritas
con la voluntad de estilo de un historiador clásico.
En
vísperas de 1789, todas las instituciones estaban sin pulso: el clero, la alta
nobleza, el ejército… El propio rey se inclina ante los filósofos y duda de su
razón para existir. Gaxotte no duda de la participación de los masones ni de
potencias extranjeras en los tumultos (Inglaterra y Prusia daban dinero a los
jacobinos y a personajes como Danton), pero el principal motivo del
derrumbamiento de la Monarquía son la inanidad y la vacilación de los buenos,
de los burgueses de provincias, de los campesinos, de los oficiales, de
monseñores, que sonríen ante una calumnia contra la reina, participan en
discusiones sobre la existencia de Dios o disculpan los excesos de los
rebeldes.
Mediante
unos golpes de mano limitados en el espacio a varios edificios de París (la
Asamblea, los tribunales, los cuarteles de la milicia, el Ayuntamiento),
diversos grupos se suceden en el poder y aceleran la revolución: los
girondinos, el Comité de Salud Pública, la Convención y el Directorio. Cada uno
devora al anterior. Para dominar emplean el terrorismo, el hambre, la sospecha
y la inflación. No faltan incluso los planes para hacerse con el alma infantil
y modificar las costumbres: se elimina el domingo, se hace obligatoria la
escarapela, se derriban iglesias, se elabora un catecismo ciudadano… ¡La
Educación para la Ciudadanía y la corrección política a finales del siglo
XVIII!
Gaxotte
describe uno tras otro episodios sobre asesinatos en masa, ejecuciones (en
Rennes, traíllas de perros rodeaban la guillotina para lamer la sangre),
saqueos, deportaciones (en un solo año, los revolucionarios deportaron a casi
diez mil sacerdotes a Cayena)… “Lyon hizo la guerra a la Libertad; Lyon ha
dejado de existir”, escribe el mando militar enviado a aplastar una
resistencia al poder despótico. Se mata al azar, para robar o esparcir el
miedo, con métodos que recuerdan a los de los comunistas en Rusia y España.
Para salvarse, la casta revolucionaria declara la guerra a toda Europa en 1792.
Y la guerra. La paz, subraya el autor, no regresaría hasta veintitrés años más
tarde, después de Waterloo, en 1815. Sólo un aparato de propaganda descomunal,
junto con el complejo de las llamadas derechas, ha podido ocultar estos
horrores.
Pese
a semejante orgía de destrucción (Francia dejó de ser el país más poblado de
Europa y le superó Alemania), los admiradores de la Revolución y de sus frutos
se empeñan en mostrarnos papelotes como la Declaración de Derechos del Hombre o
la Constitución como faros de luz, aunque tengan que colocarlos encima de una
montaña de muertos.
La
Revolución concluye en 1799, con el golpe de Bonaparte. El general convertido
en emperador envolverá en un manto de armiño las ideas revolucionarias y sus
soldados las esparcirán por toda Europa. ¡Qué paradoja! “Los doctrinarios de
1789 habían querido regenerar la Humanidad y reconstruir el mundo. Para escapar
de los Borbones, los doctrinarios de 1799 se veían constreñidos a rendirse a
una espada.” La lucha por la libertad había aumentado el despotismo.
La
obra de Gaxotte es, sin exagerar, imprescindible para comprender los inicios
del derrumbe de la civilización occidental.
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no funcionan los enlaces
ResponderEliminarSi funcionan señor, lo que pasa aquí se usan acortadores de enlaces como en muchos otros sitios de internet, los cuales consisten en desactivar los bloqueadores de publicidad para poder entrar en ellos, esperar o marcar la casilla que dice "no soy un robot", y esperar hasta llegar al enlace correspondiente.
EliminarPuede revisar el manual para descargar de este mismo blog en la pestaña correspondiente.
Muchísimas gracias por subir este libro, hace decenios buscaba un escrito adecuado sobre este tema en especifico. Se que solo son unos pocos que suben esta pagina, pero por favor, no dejen de subir contenido. Tienen un monton de cosas que no se encuentran en ninguna otra parte.
ResponderEliminarGracias por su comentario y su apoyo ;)
EliminarCuando quiero descomprimir el archivo, sale que el documento está dañado, ¿Creé que pueda repararlo?
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