Traducción realizada por Círculo de Cuervos Galenos - CICUGA
Divertido, clarificador,
lúdico, refrescante, apasionante y emotivo, Journeys in the Kali Yuga: A
Pilgrimage from Esoteric India to Pagan Europe entrega mirada occidental a
la religiosa y atestada India, tratando sobre los peregrinajes de Aki Cederberg
—quien, por cierto, ha escrito varias veces para The Fenris Wolf, la
publicación de Carl Abrahamsson— hacia la India y Nepal y sus experiencias con
los Naga Babas, “los desnudos”, descendientes de los genes místicos de
Dattatreya, a quienes Cederberg describe como “los Hell’s Angels de la
espiritualidad india”.
Cederberg, originario de
Finlandia, abre el libro (su primer libro traducido al inglés) hablando de
símbolos, sobre cómo éstos han estado presentes en sus sueños, dándole un hilo
conductor al texto. Símbolos y sueños como manifestaciones de algo grabado
desde mucho antes. Diciéndolo metafóricamente —o no tan metafóricamente—, grabado
en la sangre.
El primer capítulo,
“Pilgrimage”, hace un recuento general de uno de los viaje de Cederberg hacia
la India y Nepal (al que se refiere como un “magical mystery tour”,
haciendo referencia al álbum de The Beatles—referencias a la cultura popular se
leerán a lo largo de todo el libro), describiendo, desde una perspectiva
occidental y primermundista, las características culturales y sociales de la
India, refiriéndose al caos, el desorden, las ciudades y medios de transporte
atestados y las maneras diferentes de ver la vida.
Y también de ver la muerte,
como relata un joven nepalí: “la familia no se emociona mucho aquí porque
creemos que la destrucción significa creación. Así que no tenemos miedo de
morir, tememos más al karma”. Esta referencia a la muerte, que se mantiene
durante todo el libro, marca una diferencia con Occidente, donde ciertos
reductos espirituales repiten constantemente que la muerte es sólo parte de un
ciclo, cuando la realidad es que tememos a la muerte y tenemos un apego enorme
a la vida: no sólo disfrutamos la vida, sino que también la apreciamos porque
tenemos una relación dialógica con lo que invertimos en ella—la apreciamos e
invertimos dinero en ella por esa razón, y la apreciamos por el dinero que
hemos invertido en ella. La India, por otro lado, arrastra miles de años de una
visión donde vida y muerte se entrecruzan con cotidianidad.
La India descrita por
Cederberg es una en un estado constante de caos y violencia: mientras la
población vive su religión de manera real y efectiva cada día, la forma en la
que la sociedad funciona es a golpes y pesares, una eterna cadena de
sufrimientos y moscas y auténticos sacrificios de sangre y estándares por
debajo de lo deseable muy alejada de la idealización occidental respecto de lo
que es en realidad la India. Quizás la materialización misma de esto sea el río
Ganges, fuente de vida y de muerte simultáneamente: perfectamente puro y a la
vez exageradamente contaminado.
Recorriendo templos y lugares
votivos, Cederberg nota la falta de aleatoriedad y arbitrariedad en lo
sagrado, siendo los lugares significativos para el emplazamiento de
recintos sagrados, manifestaciones de la naturaleza (y de accidentes en la
corteza terrestre, para ser más exactos). La naturaleza es sagrada, y sus
accidentes orográficos son manifestaciones de dioses y espíritus.
Como un niño entusiasta,
Cederberg hace conexiones entre los cultos y tradiciones bacantes dionisíacos
olvidados ya en Occidente, comprendiendo a las diferentes figuras arquetípicas.
Rampuri nota su entusiasmo y no lo frena, incluso, lo asiste en esto. Para
Rampuri, el Uno se refleja en su naturaleza inmensa, y toma infinitas
manifestaciones y formas.
Los peregrinajes en la
búsqueda de la experiencia religiosa de Cederberg a través de la orden de los
Naga Babas lo llevan repetidas veces a la India, y de vuelta a Europa, siendo
un extranjero en la orden. Con humor, sorpresa y emoción, el autor relata la
experiencia de un occidental —y, más aún, uno del primer mundo— en un país del
tercer mundo donde la tradición politeísta nunca se ha detenido, y de donde los
dioses nunca se han ido, y donde la comprensión del mundo y la experiencia
vital dista demasiado de la nuestra.
***
En una espiritualidad
viviente, signos y símbolos deben ser comprendidos más allá de las formas, más
allá de la ejecución vacía de la cáscara cultural. Blóts, pujas, sabbaths
pueden ser celebrados sin siquiera acercarse a la comprensión de lo numinoso.
No es necesario ir a la India
para el desarrollo de una espiritualidad viviente. En efecto, tampoco es necesario
ir a los lugares votivos de la antigua Europa pagana pre-cristiana para hacerlo
(sin embargo, si alguien tiene la oportunidad de hacerlo, aunque sea por una
mera curiosidad o deseo de estudio, hágalo). La Europa chamánica vio en la
naturaleza a lo divino, y en sus distintas manifestaciones comprendió cómo lo
elemental toma formas diferentes que no son inmutables ni eternas, sino que
están en constante dinamismo—en la danza extática de Shiva Natarash, de Baco,
de la furia de Cernunnos, en los cuernos-pararrayos que, clavados en la tierra,
apuntan hacia lo alto. De esta manera, lo divino puede ser encontrado en
cualquier parte del mundo.
Desafortunadamente no se puede descargar este libro que lo veo interesante....
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