El libro de cabecera de la contrainsurgencia
anti-marxista que usaron cientos de militares y paramilitares latinoamericanos.
En
la guerra moderna, como en las guerras tradicionales del pasado, es
absolutamente necesario el uso de las mismas armas que emplea el enemigo.» Ésta
es la conclusión a que llega el autor de este libro, como resultado de su
amarga experiencia en la lucha contra el nuevo tipo de guerra que ha sido
practicado con creciente habilidad, especialmente por los rusos y los chinos,
desde que terminó la segunda guerra mundial. La lucha revolucionaria se lleva a
cabo, no mediante el encuentro de los ejércitos en el campo de batalla, sino
por la interacción de fuerzas políticas, económicas, psicológicas y militares,
dirigidas todas a derrocar un gobierno establecido y reemplazarlo por otro
régimen. Para combatir tal sistema de lucha se requiere el apoyo incondicional
de la población, porque el enemigo no es un ejército movilizado según las
líneas convencionales o tradicionales sino elementos que trabajan
clandestinamente dentro de la población, dirigidos por una organización que se
ha propuesto, sin reparar en los medios, imponer su voluntad a la población
civil. Por consiguiente, la victoria total no se puede lograr hasta que esa
organización sea completamente extirpada y destruida.
Roger Trinquier fue un militar francés, reconocido internacionalmente por
sus investigaciones y teorías sobre la guerra de contrainsurgencia.
En
sus obras, Trinquier distingue entre la guerra tradicional y la guerra moderna.
A la última la caracteriza como un sistema interrelacionado de acciones
políticas, económicas, militares y psicológicas cuyo fin es derrocar a la
autoridad de un país y sustituirla por un régimen diferente. Según el autor,
este tipo de conflicto -con la apariencia de una guerra civil- emergió como
alternativa a la guerra nuclear.
Ante
ese escenario, Trinquier recomienda emplear tácticas poco habituales en
contextos bélicos tradicionales: creación de pequeños comandos móviles de
acción subrepticia, involucramiento de la población civil como fuerzas de apoyo
a los militares profesionales, urbanización de villorrios y caseríos, y uso de
la guerra psicológica y las campañas educativas para evitar el crecimiento de
las fuerzas rebeldes.
Quizás
su contribución más apreciada a la guerra contrainsurgente fue su estudio sobre
el contra-terrorismo. Su opinión sobre el asunto era que un terrorista no debe
ser considerado un criminal, sino un soldado, pese a no usar uniforme y atacar
a blancos civiles, pues -siguiendo la teoría de Lacheroy- es claro que las
fuerzas terroristas evolucionan a ejércitos irregulares que, en caso de
triunfar, se convierten en las fuerzas armadas oficiales del territorio que
controlan.
Trinquier
también discutió ampliamente acerca de la conveniencia del uso de la tortura,
detallando en que casos es efectiva y bajo que condiciones debe realizarse.
Los
textos sobre contrainsurgencia de Trinquier -que primero circularon como
documentos militares semi-confidenciales y luego llegaron al gran público-
fueron muy influyentes a nivel mundial.
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