El Simón Necronomicón, o
Necronomicón de Simón, es una rara avis dentro de los libros prohibidos. Su
autor, aún hoy, permanece en el anonimato; aunque se lo ha identificado bajo el
apodo "Simón".
El libro en sí expone una
serie de hechizos, filtros y encantamientos, además de un conglomerado de mitos
acadios, mesopotámicos y babilónicos acordes los Mitos de Cthulhu, de H.P.
Lovecraft, además de una interesante biografía de Abdul Alhazred, el árabe
loco.
El Necronomicón de Simón
comenzó a circular en 1977. Las casi ochenta páginas que componen su
introducción son las únicas que se atribuye Simón. El resto, asegura, pertenece
a un pasado tan remoto que sería prácticamente imposible imaginarlo. Más
adelante, se nos menciona que el texto está basado en la edición griega del
Necronomicón citado por H.P. Lovecraft, cuya traducción cayó en manos de un
monje griego cuyo nombre no ha trascendido.
La introducción del libro
intenta vincular a H.P. Lovecraft con el ocultista Aleister Crowley, y a ambos
con ciertos resabios míticos de Babilonia. Lo más interesante de este volumen
es el capítulo titulado El testimonio del árabe loco (The Testimony of the Mad
Arab), escrito en primera persona, en donde se explican numerosos puntos
oscuros en la historia del Necronomicón. Por ejemplo, aquí nos enteramos que
Abdul Alhazred toma contacto con el Necronomicón tras atestiguar un abominable
ritual egipcio a una entidad demoníaca llamada Kutulu, sin dudas, el Cthulhu de
H.P. Lovecraft.
El resto del Simon
Necronomicón sólo ofrece un interés colorido, acaso banal, en donde se exponen
conjuros y plegarias a los "Dioses Antiguos" en prolijo inglés,
modesto babilónico y un sumerio tal vez imaginario. Este apéndice conmovió a la
opinión pública ya que no se trata de simples oraciones o encantamientos, sino
en eficientes descripciones de sacrificios y otras aberraciones necesarias para
contactarse que las mismas entidades que abrumaban los sueños de H.P.
Lovecraft.
Aquellas primeras ediciones
apócrifas de los años 70' hablan sobre una maldición que pesa sobre todo aquel
que distribuya el libro, hecho que no evito incontables ediciones pirata. Más
aún, en un agregado de 1982 se aclara sobre los peligros físicos y mentales de
leer el Necronomicón. Su lectura, consignan sus hacedores, puede llevar a la
locura y al suicidio; y ni siquiera los métodos profilácticos impulsados por la
Golden Dawn (Orden Hermética del Alba Dorada) logran ser efectivos contra los
antiquísimos dioses que habitan en sus páginas.
Pero como suele suceder en
este tipo de publicaciones sensacionalistas, lo vulgar se hace presente de un
modo ofensivo. La cosmogonía de H.P. Lovecraft evita el clásico enfrentamiento
del Bien contra el Mal, es decir, elude cualquier visión maniquea del asunto.
El Simon Necronomicón, por el contrario, narra las batallas entre los Dioses
Viejos (Elder Gods) y Los Antiguos (Ancient Ones); una quimera de dioses
mesopotámicos y criaturas ficcionales que no aporta nada nuevo, y que, por el
contrario, embrutece una concepción bellamente tallada por su verdadero
creador: H.P. Lovecraft.
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