Crimen y castigo en la posguerra alemana.
La brutal historia de la ocupación aliada.
Buscar
la total ecuanimidad en un historiador seguramente es una quimera, pues
inevitablemente todos nos encontramos marcados en mayor o menor medida por
nuestra educación, nuestras experiencias personales y sin duda, por nuestras
opiniones políticas y sociales.
Pero
en ocasiones podemos encontrar la honradez. Este es el caso de Giles Macdonogh
que ha tenido el valor de escribir sobre un periodo de tiempo poco conocido por
el gran público, la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, un periodo que casi
todos los libros y casi todos los documentales olvidan. Imagino que resultará
mucho más cómodo finalizar este capítulo de la Historia con la caída de Berlín
y poco más.
Pero
hubo más, mucho más. El final de la guerra dio paso a algunas de las mayores
atrocidades que ha conocido Occidente, fue una posguerra cruel y vengativa en
la que los vencedores, como auténticos señores de la guerra, se repartieron el
mundo y causaron el sufrimiento y la muerte de millones de personas con la más
absoluta impunidad.
Giles Macdonogh no es un autor revisionista, ni mucho menos, no cuestiona cifras ni acontecimientos de la historiografía oficial, pero es un autor que haciendo un alarde de honradez describe con profusión de detalles y testimonios uno de los capítulos más vergonzosos de la historia.
Giles Macdonogh no es un autor revisionista, ni mucho menos, no cuestiona cifras ni acontecimientos de la historiografía oficial, pero es un autor que haciendo un alarde de honradez describe con profusión de detalles y testimonios uno de los capítulos más vergonzosos de la historia.
Una obra bien documentada, con multitud de referencias bibliográficas que sin duda se convertirá en una obra de referencia para aquellos que quieran conocer los crímenes y abusos cometidos durante la posguerra.
Giles
MacDonogh ha compuesto una magna obra en la cual sosegadamente clama contra los
abusos cometidos contra los alemanes sobrevivientes. En sus palabras:“Este
libro no pretende excusar a los alemanes, pero no duda en poner en evidencia a
los Aliados victoriosos por el modo en que trataron a los enemigos en tiempos
de paz, pues en la mayoría de los casos no se violó, mató de hambre, torturó o
apaleó hasta la muerte a los culpables sino a inocentes. Los verdaderos
asesinos murieron con demasiada frecuencia en la cama”.
El
simple dato de 2.250.000 alemanes muertos después de finalizar la guerra,
número muy superior al de soldados muertos (1.800.000) da fe de la crudeza de
la liberación aliada. El historiador inglés abunda en datos seleccionados por
zonas y contrastando las diferencias entre los actos de los americanos faltos
del deseo de venganza y con cierta visión política con los británicos,
franceses y rusos sedientos de sangre y saqueo.
Máxima
culpabilidad cuando se documentan los años de conversación y negociaciones
vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. Después de Stalingrado todos sabían
que la guerra estaba perdida para Alemania y tuvieron tiempo para hacer las
cosas bien hechas. Sin embargo no les fue dado el concierto moral para llevarlo
a cabo y acumularon millones de muertos sobre sus cabezas que tristemente nadie
reclama ni nadie defiende.
Un
ejemplo de la barbarie y la vergüenza que viste a los victoriosos aclamados en
olor de multitudes pero con las manos manchadas de sangre, en este caso
alemana. Un texto necesario para dar equilibrio a cualquier conversación sobre
Hitler, los nazis y la segunda guerra mundial.
Para leer unos fragmentos estremecedores
del presente libro recomiendo la siguiente entrada
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