Descripción

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domingo, septiembre 22, 2019

Israel Shahak y Norton Mezvinski - El fundamentalismo judío en Israel.


Hoy en día es prácticamente unánime el repudio contra el fundamentalismo islámico, identificado con el terrorismo. También es común el ver como un signo de ignorancia, superstición e intolerancia el fundamentalismo cristiano, que constantemente vemos pintado como oscurantismo en películas y medios de difusión. Sin embargo, el fundamentalismo judío, que propugna el supremacismo en sus textos fundamentales y que aun hoy es fuente de incontables crímenes, es prácticamente desconocido fuera de Israel. No sucede lo mismo dentro de la sociedad israelí, donde es muy común oír y leer críticas contra su propio fundamentalismo religioso.

Es por ello que, en este libro, dos valientes judíos, con la honestidad intelectual necesaria para ello, se animan a dar a luz la verdadera faz del fundamentalismo judío en Israel criticando lo que a los no judíos les está prohibido criticar. 

Israel Shahak y Norton Mezvinski entienden que con su denuncia van en contra de una parte del pasado que aman, pero comprenden que los integrantes de todos los grupos humanos deberían poder criticar su propio pasado, incluso antes de criticar a otros. Esto, además, conducirá a un mejor entendimiento entre los grupos humanos.

Israel Shahak, su principal inspirador, presidió durante muchos años la Liga Israelí por los Derechos Humanos y Civiles. Desde allí asistió a muchísima gente perseguida (israelíes y palestinos). Su prestigio de estudioso erudito de la historia y religión judía, además, lo convierte en particularmente autorizado para encabezar esta crítica. Su constante trabajo de traducción de la información que circula en hebreo dentro de Israel ha arrojado invalorable luz a la comprensión del sionismo. Esto puede verse con claridad en este libro, que contiene largas citas de la prensa hebrea israelí, todas ellas interesantes e incluso asombrosas. 

El estudio de la religión judía es fundamental para comprender el conflicto de Medio Oriente. Ella es el mayor recurso de legitimidad para el Estado de Israel. Recurso al que apelaron ateos convencidos como Ben Gurión, Weitzmann, Nordau, y el propio Teodor Herzl. En fin, los padres fundadores. Y al que apela cada vez más el Estado de Israel a través de todos sus canales de difusión ideológica, la educación en primer plano. De modo que se da la paradoja, fuente de chistes, de que hasta los judíos ateos, sin embargo, se inscriben en la línea de pensamiento de los que creen que Dios les dio a los judíos la propiedad de la Tierra de Israel.

Los autores describen en detalle los orígenes, ideologías, prácticas e impacto sobre la sociedad del fundamentalismo. Enfatizando mayormente la tendencia mesiánica, la más influyente y peligrosa. Los fundamentalistas judíos generalmente se oponen a la extensión de las libertades humanas en Israel, especialmente la libertad de expresión. El Partido Religioso Nacional se ha opuesto continuamente a cualquier retirada de los territorios conquistados. Imprimieron y distribuyeron mapas supuestamente mostrando que la tierra de Israel, perteneciente solamente a los judíos y que requiere liberación, incluía el Sinaí, Jordania, el Líbano, la mayor parte de Siria y Kuwait. Los fundamentalistas judíos han abogado por las propuestas más discriminantes contra los palestinos. No es sorprendente que Baruch Goldstein y Yigal Amir, los asesinos judíos más sensacionales de los años 90’, y la mayoría de sus admiradores, hayan sido fundamentalistas judíos de la tendencia mesiánica. Ambos son todavía idolatrados por muchos de estos sectores, Baruch Goldstein por haber entrado a la sala de plegarias musulmana y disparado a los que estaban rezando, mayormente por la espalda, matando a 29, incluyendo niños, e hiriendo a muchos más. Yigal Amir, es visto como un defensor de la verdadera religión por haber matado al Primer Ministro Yitzhak Rabin cuando este se disponía a negociar con los palestinos. Esto no es más que la continuación de una práctica común en la historia, donde han muerto incontables judíos a manos de otros judíos que los consideraban herejes o pecadores. En el libro se encontrarán citadas investigaciones pasadas y presentes de estudiosos israelíes documentando estos hechos por siglos, además de dedicarle capítulos particulares a los dos renombrados asesinos ya mencionados. Los autores han citado y explicado extensamente pasajes de textos de la literatura talmúdica. Tales textos han sido y son frecuentemente utilizados en la política israelí y son citados en la prensa hebrea israelí.

Los fundamentalistas son hoy mayormente hostiles a la democracia y opositores fervientes a la igualdad. Muchos rabinos incluso están a favor de la imposición de la pena de muerte a los homosexuales judíos. Mientras tanto, los defensores de los derechos humanos que inundan diariamente nuestros medios con sus reclamos de igualdad, callan soberanamente sobre estos hechos.

Peor aún, todavía existe la tendencia mesiánica cabalística, que en congruencia con el talmud sostiene que “La diferencia entre un alma judía y las almas de los no judíos es mayor y más profunda que la diferencia entre un alma humana y las almas del ganado”. Uno de los principios básicos de la Cábala Luriánica es la superioridad absoluta del alma y cuerpo judíos sobre el alma y cuerpo no judíos. De acuerdo a ella, el mundo fue creado solamente para bien de los judíos; la existencia de no judíos es subsidiaria.
Si se quiere que algún día los pueblos puedan llegar a un entendimiento y la tan ansiada paz pueda ser posible, se debe denunciar y rechazar este tipo de fundamentalismo sin que su crítica permanezca prácticamente prohibida, lo que en nada soluciona el problema, sino que lo agrava.

 


sábado, septiembre 21, 2019

Albert Caraco - Post Mortem



Post Mortem es la despedida que Albert Caraco le ofrenda a su madre una vez que ésta ha muerto. Este puñado de aforismos representa una de las máximas emanaciones de lucidez del pensamiento occidental, y al mismo tiempo es la forma en que el pensador más severo del siglo veinte decide inmolarse, con una ternura infinita, sobre el recuerdo de su querida y odiada madre. Caraco, con la devastadora inteligencia que lo caracteriza, pero también con un delicioso sentido del humor sombrío y ecuánime, nos va narrando los últimos días de vida de Señora Madre, como él la llama, describiendo con suma precisión los rasgos de carácter que la distinguían, como si éstos fuesen emanaciones del arquetipo de la Madre Eterna. De tal suerte que tenemos una de las descripciones más cáusticas, a la vez que, paradójicamente, también más halagadoras del género femenino. Sin embargo, a lo largo de la lectura de estos sombríos aforismos, aflora un nexo afectivo que ilumina todo el camino. A pesar de que el pensamiento de Caraco se rige por el desprecio hacia el mundo, y su madre fue quien lo arrojó a él, “Me pregunto si la amo y he de responder: No... además me echó al mundo y yo profeso el odio al mundo”, el aprecio que le profesaba se encuentra en la misma vena: lo echó al mundo, pero también le enseñó a despreciarlo, y ésa fue su salvación y el motivo por el cual la admiraba tanto. Albert Caraco no deja de asombrarnos, sus libros son un bálsamo invaluable en este tiempo de gazmoñería intelectual que vivimos.

Post mortem no es un libro del que pueda hablarse a la ligera. Hay que leerlo, y leerlo despacio, para hacerse cargo de la enjundia que atesora cada palabra de Caraco. El alma del autor está puesta en cada línea de la obra, en cada letra, en cada signo de puntuación. Como muy bien apunta Justo Navarro en la breve pero intensa introducción, Caraco afronta en esta obra la «catástrofe de la ausencia» de una madre que ora adquiere los visos de amante, ora de figura protectora, ora de amiga, ora de arquetipo ideal de «Madre Gloriosa».

Albert Caraco es una figura aún escasamente conocida en el contexto filosófico de habla hispana, y apenas se le ha prestado atención en entornos académicos. Su obra, prolífica (él mismo afirma en no pocas ocasiones que nació para ser escritor y vivir alejado del mundo), no deja duda de la calidad y hondura de su pensamiento, que puede catalogarse de pesimismo radical. O, quizás, de lúcido realismo.

Caraco fue fiel a su pensamiento y acaba suicidándose apenas unas horas después de la muerte de su padre. Fue así, y a través de sus escritos, como dio realidad a sus ideas: «Soy uno de los profetas de estos tiempos y el silencio me rodea».

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