"Odio éste libro.
Lo odio con todo mi corazón. Me dio la gloria, esa cosa llamada fama,
pero también es la fuente de todas mis miserias. Por escribir éste
libro, he pasado muchos meses en la cárcel, (…) así como una persecución
policial tan mezquina como cruel. Por
escribir ese libro, he experimentado la traición de amigos, enemigos,
mala fe, el egoísmo y la maldad de los hombres. Éste libro ha dado
origen a la leyenda estúpida sobre mí como ser cínico y cruel, una
especie de Maquiavelo disfrazado de Cardenal de Retz, así es como me
quieren ver".
Giorgio Freda.
En 1969, cuando el fenómeno de la revuelta
estudiantil en Italia inducía a muchos a creer que la movilización para la
destrucción del sistema burgués había comenzado, un joven platonista y evoliano
llamado Giorgio Freda consideró un deber dirigirse a los jóvenes
nacionalrevolucionarios para replantearles los principios del verdadero Estado.
Convencido de la necesidad urgente de la subversión
radical del mundo burgués, Freda creía que había que intentarlo todo, y que si
tantos jóvenes estaban tratando de dar un contenido verdaderamente
revolucionario a la revuelta, había que buscar una alternativa al marxismo
ortodoxo o al reformismo socialdemócrata. Para éstos jóvenes estaba pensado “La
desintegración del sistema”, y lejos de ser el programa personal de Freda,
sintetiza las demandas comunes de todo el ambiente nacional-revolucionario.
Con "La desintegración del sistema" la
doctrina tradicional del Estado era presentada en su oposición integral e
irreducible al mundo burgués. La misma organización comunista del "Estado
popular" teorizado por Freda se veía como una terapia de emergencia que se
hacía indispensable para la eliminación del homo economicus: remedio
homeopático en función de "la restauración de lo humano" en una viril
Rangordnung.
La larga persecución a la que Freda ha sido
sometido, más allá de los pretextos judiciales formales, se explica
precisamente por su compromiso radical de soldado político.
Siendo un hombre de acción, Freda se propone llegar a sectores involucrados en
la negación objetiva del mundo burgués, incluyendo a la ultra-izquierda
extra-parlamentaria a la que propone una estrategia leal a una lucha unida
contra el sistema.
Freda teorizó para ello un comunismo aristócratico
–un comunismo espartano y elitista que le debe más a Platón que a Karl Marx-,
un término medio entre la República de Platón, el Tercer Reich y la China de
Mao. Sin embargo, fue llamado “maoísta” traidor o “agente de la China
comunista” por la derecha, o un “fanático racista” y “delirante antisemita” por
la izquierda legalista y los círculos sionistas, y temerosamente rechazado por
algunos ultraizquierdistas con los que había colaborado activamente, para
terminar por ser denigrado por la prensa que le puso la etiqueta supuestamente
infamante de “nazi-maoísta”.
Para callarlo, se lo acusó injustamente por un
atentado terrorista contra las oficinas centrales de la Banca Nazionale
dell'Agricoltura, del que después de dieciséis años de investigación fue
absuelto en última instancia, pero se le encarceló por delitos de opinión,
“asociación subversiva”, según el lenguaje jurídico italiano; lo que le valió
una condena de quince años de prisión.