Descripción

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domingo, enero 24, 2021

Adriano Erriguel - Cómo se puede ser Antiamericano

 

¿Qué es lo que tienen en común la cabalgata del orgullo gay, las “revoluciones de colores”, la idolatría del libre mercado, el moralismo oenegero, las democratizaciones a bombazos, la obsesión psicótica por las armas, la corrección política, la ideología de género, la fiesta de Halloween y el hongo atómico de Hiroshima?

Una lata de sopa Campbell, un Mickey Mouse de peluche y un abono para la super-bowl a quien lo adivine.

Los Estados Unidos de América, el gran atomizador de dogmas y de obsesiones, de modas y formas de vida, de maravillas y de excrecencias sobre el resto del mundo. Una hegemonía cultural que corre paralela a una supremacía musculada que, lo largo de décadas, ha venido generando todo tipo de resistencias. Las denuncias del “imperialismo norteamericano” son –ya desde los albores de la guerra fría– un tópico recurrente del discurso político, ya sea en el tercer mundo como entre los izquierdistas occidentales. Y a medida que el orden americano se envuelve en las promesas de una “globalización feliz”, las protestas también se globalizan. Pero la mayoría de ellas – especialmente aquellas que se expresan desde la izquierda radical –  se enredan en la superficie del fenómeno. No remontan hasta las fuentes del mal.

¿El enemigo americano? Está claro que aquí no hablamos de un país. Al menos no sólo de un país. Se trata más bien de una forma de estar en el mundo. O mejor: de un hecho social total. Para identificarlo se requiere un radicalismo disidente. Porque sólo desde la radicalidad – en el sentido de ir a la raíz – y desde la disidencia es posible tomar distancia para diseccionar este fenómeno del que todos formamos parte. Porque todos somos, de un modo u otro, americanos. Si bien hay maneras distintas de serlo.

El autor: Adriano Erriguel nació en Ciudad de México hace más de cuatro décadas, en familia de ascendencia española. Estudió derecho y ciencias políticas. Abogado y consultor en ejercicio, ha residido y trabajado en diferentes países europeos. Desde hace años ejerce una labor de crítica literaria y de ensayo en el campo de la historia de las ideas, desde una perspectiva que él se empeña en llamar «metapolítica». Su área de atención preferente son las corrientes intelectuales marginales, alternativas y ajenas a los consensos ideológicos imperantes. Su ambición es ir trazando una cartografía intelectual de los focos de rebelión que, desde una perspectiva antimoderna o posmoderna, se enfrentan a la corrección política y al pensamiento único.

Sus textos aparecen con periodicidad desigual en periódicos digitales y en blogs de carácter rigurosamente alternativo, tales como El Manifiesto.com y Página Transversal, entre otros. No figura en ninguna red social y jamás será su amigo en Facebook.

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